martes, 29 de mayo de 2018

Cuento de amor


Un nuevo inicio

Por Alicia Cajas

Nadie que hubiera conocido a Keila en su infancia se habría imaginado que se convertiría en una heroína del amor.
Creció en hogar estable, sus padres se preocuparon por ella y la educaron de la mejor manera en que sus posibilidades lo permitieron. Al cumplir los 24 años decidió vivir sola en la ciudad y dedicarse a su pasión, su profesión, era abogada y de las mejores.
Compartía departamento con su mejor amiga Isabel, se conocieron en la universidad y ella administraba un restaurante. Llevaban seis meses viviendo juntas, todo iba muy bien y tenían la costumbre de salir a bailar los viernes en la noche con sus amigos.
Un viernes Keila tuvo un caso difícil, una joven mujer demandaba a su novio por atacarla. Nuestra heroína defendía al hombre. Este joven decía que su novia le agredió por haberse tomado una cerveza con sus amigos y que cuando él trató de explicarle que no estaba haciendo nada malo su novia tomó un cuchillo de la cocina y quería clavárselo en el pecho, ante esto él uso toda su fuerza, la sostuvo de las muñecas y la empujó contra el sofá, pero de algún modo el cuchillo lastimó el brazo de la mujer. La chica en cambio decía que su novio llego en estado etílico y le agredía de manera verbal, trato de defenderse, pero él le lanzó el cuchillo y le corto el brazo, entonces ella inmediatamente llamo a la policía. Y cuando esta llego él estaba llorando pidiéndole perdón.
Mientras Keila organizaba la documentación respectiva llamó a Isabel y le pidió que se adelantara, que la alcanzaría en una hora. Al finalizar bajó tomo su auto, y se dijo: “necesito distraerme este caso va a ser difícil”.
Conducía por la vía principal y no podía distraer su mente del caso, empezó a llover tuvo que bajar la velocidad, en el sector que estaba no había señal llegaría más tarde al salón de baile, y pensaba en que Isabel se iba a poner histérica por tenerla esperando. En eso el auto empieza a fallar tuvo que detenerse y dentro del mismo esperar a que terminara de llover.
En una calle sola, autos a toda velocidad, sin señal. Al bajar el nivel de lluvia, decidió bajarse para revisar el motor, pero ¿que sabía de mecánica? Nada. Mientras observaba atónita el motor un auto se paró detrás del suyo, tomo lo más cercano, la llave de tuercas para tener un arma y defenderse. Pero para su sorpresa del otro auto se baja un hombre alto, cabello negro y con una gran sonrisa que le dice: “Buenas noches Keila”
Sus ojos no podían creerlo era su antiguo compañero de la universidad, y ella no entendía cómo era posible, pero pudo decir:
                - Hola - 
                - ¿Hola?, ¿nada más? - respondió él.
                - Buenas noches, Santiago – respondió ella parpadeando para ver si era real - ¿cómo estás?, ¿cómo es que has parado justo detrás de mí auto?
                - Aaah, he pasado y te he visto parqueada un lado con una expresión de no saber qué hacer, entonces decidí en la rotonda regresar y darte una mano.
Keila, no podía creer los sentimientos que inundaban su corazón, antes apenas lo notaba en clases, pero solo el verlo parado en frente de ella con el deseo de ayudarla hacía que no le quitara la mirada de encima, analizaba su rostro, sus ojos, su sonrisa y sus brazos mientras trabajaban con el motor del auto. Él le conversaba algo, pero para ella era un canto de ángeles y su rostro reflejaba admiración.
-          Listo – dijo Santiago – era unos cables flojos, pero debes llevarlo al taller para revisión porque necesitan un cambio. – Pero Keila seguía viéndolo cantar.
-           Keila – dijo Santiago en voz dulce como la miel.
-          ¿Si? – dijo Keila todavía viéndolo a los ojos.
-          ¿Te gustaría ir a bailar conmigo esta noche?